Queridos papás, las fiestas decembrinas son mágicas, pero también pueden ser abrumadoras para los más pequeños de la casa. Entre luces brillantes, nuevas rutinas y emociones a flor de piel, no es raro que los niños experimenten ansiedad o incluso melancolía en medio de tanta alegría. Ustedes, con su amor y paciencia, tienen el poder de convertir estos momentos en lecciones valiosas que les ayudarán a manejar sus emociones de manera saludable.
Primero, recuerden que los niños, al igual que nosotros, necesitan espacios para procesar lo que sienten. Escúchenlos con atención cuando compartan sus emociones, incluso si parecen pequeñas o irracionales. A veces, un cambio en la rutina, como una reunión familiar grande o un viaje, puede causarles nerviosismo. Validar lo que sienten con frases como “Entiendo que te sientas así, y está bien” puede hacer que se sientan seguros para abrirse más con ustedes.
Además, es importante que les den herramientas para encontrar calma. Actividades como decorar juntos, preparar galletas o simplemente acurrucarse a leer un cuento navideño pueden ayudarles a conectar con ustedes mientras les transmiten tranquilidad. También pueden practicar juntos ejercicios de respiración profunda o dedicar un momento antes de dormir para agradecer por lo vivido en el día. Estos pequeños gestos no solo pueden aliviar la ansiedad, sino que crean recuerdos familiares llenos de amor.
Tampoco olviden moderar las expectativas que ponemos en las fiestas, tanto para ellos como para ustedes. A veces, los niños sienten presión por “comportarse perfectamente” o cumplir con actividades que no entienden del todo. Ayúdenlos a sentirse aceptados y amados tal como son, recordándoles que no tienen que hacer nada extraordinario para disfrutar de estas fechas. Permítanles descansar y ser ellos mismos, incluso en medio de las tradiciones.
La mejor forma de enseñarles a manejar sus emociones es con el ejemplo. Si ustedes mismos están relajados y disfrutan las fiestas sin estrés, ellos aprenderán a hacer lo mismo. Recuerden que la magia de la Navidad no está en tener todo perfecto, sino en estar juntos. Sean pacientes consigo mismos y con sus hijos, porque cada momento compartido, incluso los más caóticos, es una oportunidad para fortalecer el lazo familiar.